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viernes, 2 de diciembre de 2016

PARÁSITO



Sigo observando mi trocito de cielo a través de los hilos del ojal.
Desde que aquel perro, lanudo y hambriento, se acercó a él, implorando el hueso que se disponía a roer y, agradecido por el regalo, restregó su lomo por el mugriento gabán del soldado, harto de rebozarlo en el barro de la trinchera, aproveché bien mi oportunidad.
Ahora, tras recorrer todas las costuras del chaquetón, puedo afirmar que este, es el mejor cobijo que he podido encontrar.
Aquel cambio de huésped me ha venido bien: buen suministro de sangre, fresca y templada y, tras cada chupadita, me vengo a descansar aquí, abrigado entre los hilos del ojal de la solapa, evitando así sus furiosas incursiones de represalia. 

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